jueves, agosto 25, 2005

Organillos y Organilleros

Desde pequeña sentí una especial fascinación por los organilleros, aquellos caballeros que musicalizan la primavera con las melodías tarareadas por mi abuela. Recuerdo con claridad como corría hacia la calle cuando escuchaba sus melodías y lo dichosa que me ponía cuando lograba que mi madre me comprara alguna de las chucherías que éste señor vendía. Indudablemente, siempre elegía algún remolino de color rojo, mi color favorito.

Otra de las cosas que llamaba tremendamente mi atención era el lorito adivinador ¿Cómo era posible que un pájaro estuviera amaestrado para sacar un papel de una caja? Un perro, un león y hasta una foca estaban dentro de mis posibilidades ¿Pero un loro? Realmente me parecía cuando menos esotérico, lo que hacía a su vez más creíble los vaticinios del animal. Probablemente Pavlov tendría una respuesta para esta interrogante, pero sigo pensando que es asombroso que un ave haga semejante gracia.

El loro era un misterio menor ante la mayor interrogante de todas ¿De dónde proviene la música del organillo? Cuando tuve la misma interrogante sobre la cajita musical que mi mamá usaba de joyero, la desarmé y pude entender como funcionaba (de más está decir que en aquella ocasión fui castigada) pero no estaba a mi alcance desarmar un organillo. La respuesta que di en mi niñez, que aún creo cierta, es que el organillo funciona de modo similar a la fallecida caja musical de mi madre, porque el organillero para poder tocar sus canciones mueve una manivela.

Para mí un organillero es un distribuidor de alegría, los acordes que él ejecuta son capaces de revivir mágicamente partes de nosotros mismos transformando el mundo en un lugar más inocente y agradable. Por eso es que algún día quiero ser organillera, ir de barrio en barrio tocando viejas armonías junto a remolinos multicolores y a un lorito adivinador. Si hoy en día ya hay dos mujeres chilenas dedicadas a este oficio ¿por qué no podré ser la tercera?

4 comentarios:

penelope baires dijo...

dediquese nomas a esa bellisima y pintoresca profesion!!! ud. puede. tiene los colores y la fuerza para eso.
salud y felicidad,

Giacoman dijo...

Y Manolo no sólo repartía felicidad lactosa, sino una felididad aún mayor: ¡los helados!
Los que quieran adquirir tamaña alegría deben buscar a Manolo por las playas del litoral central

Anónimo dijo...

Muy entretenido el blog de nuestros "vecinitos", sólo extraño una pata de Jacinto en las notas.

Política Creativa dijo...

Desde hace tiempo vengo pensando en la situación de los organilleros.
Me llama la atención de que estos personajes piden dinero diciendo "Para que no se pierda la tradición"
Con la pena para ellos, pienso que esa es una de las tradiciones que deberíamos permitir que muriera puesto que ya perdio su función historica.
En su tiempó, aegún algunas crónicas, andaban desde 1850, en eso tiempos no existian las bandas en todos los lugares, no había tocadiscos, no habíatodos los adelantos que existen hoy en día, luego entonces cumplian con una función social.
Hoy ya no.
Me da pena porque ya no llaman la atención, ya no les damos el dinero suficiente para que ellos puedan sobrevivir dignamente.
Mantener es tradición en nombre de no se que, es mantener la misma situación económica de los organilleros.
Creo que podrían sobrevivir diganamente en otro tipo de trabajo más digno y más provechoso para ellos y para otros.
Ernesto Partida Pedroza
ernestopartida44@yahoo.com.mx